antes
del retorno la cabra
antes
de muertos los pastores
antes
abominando
a una rara nube verde
fue a
ocultarse entre renglones
maldiciendo
las nuevas soflamas que terminaron suscitando otras
después
de huida la cabra
después
de la ojeriza
después
decidió
pastar al borde de una playa
y vivió de alimentarse con sargazos por casi medio
siglo
y en
la playa la cabra
en la
playa engordaba
pero
nunca dejó de padecer nostalgia por el sabor de su yerba
su
verdadera nube blanca
y por
la gleba amada
en el
regreso la cabra
—esa manía recurrente hasta el exceso—
en el
regreso
no le
importó la muerte antigua de pastores
no le
importó la rara nube verde
—cada día más detestable y más inconveniente—
y
agregada y repleta
alocada
y predicha
cumplió
el axioma que advierte la cabra siempre tira al monte
y en
su venida la cabra
se
empeñó en sortear el dogma como si del salto de una cuerda se tratara
— pensó era un salto estricto para brutos—
y así de leve
así de baladí el rebaño en su
abalorio
así fue la omisión y el zurcido
olvidan las
cabras
—tacha y nuevo balance de sus
saldos—
corresponde incinerar al
filamento que hilvana
la punta de un árbol —ese que
dio sombra buena a nuestros sueños y pudo tener ramas doradas— con el mar
mancillado de injuria