jueves, 22 de abril de 2010

La Anunciación... (final)


De ahí, ese efecto de apretura del que hablaba, cuando miro la película; La Habana que no veo me pasa su angustia y eso me molesta.

Ahora, si bien el saldo de que se realice en Cuba actualmente un filme como “La Anunciación”, es loable, positivo, pues todo sirve de una manera u otra, con más o menos fuerza, cuando se trata de enseñar la crudeza de lo cotidiano en la Isla, también lo que puede revelarnos es más de lo mismo, incluso ya hecho por otros realizadores de manera más incisiva, y pienso que llega en la obra de Pineda con tardanza.

Tal vez diez años atrás, o por la época en que Enrique hizo su antológica “Bella de la Alhambra“, si “La Anunciación” hubiese sido exhibida, habría provocado reacciones, lo mismo a favor que en contra, y sin duda alguna, todas apasionadas, lo que no hubiese permitido que pasase sin saber que pasó, lo que me temo que le espera a la película. Hoy, La Habana, Cuba toda, precisa de un arte --no importa si es factura de adentro o de afuera, pero bajo el sello de lo cubano-- que diga las cosas que nos aplastan sin ambigüedad o temor. Y eso es lo que lamentablemente percibí en la realización de un maestro como Pineda. Su deseo, la premisa de que su obra recién, sea un canto para que nos amemos “por encima de todas las diferencias pues no hay mayor amparo que nosotros mismos”, amén de que puede considerarse un ideal perfecto, incluso vital para un país divido y lleno de rencores, odios, por ese amor creo, o quizás por no herir sensibilidades que no acaban de cicatrizar en ambos lados, es que se queda en el intento y no va más allá de lo que el espectador espera.

Lo demás, para un cinéfilo exigente o con buena memoria, una que otra vaga referencia al cine de Hitchcock, al interpretar el mismo Pineda al marido muerto; un fantasma en bicicleta por 23 y 12. Un lenguaje en el que no se escucha esa ristra de malas palabras, tan comunes en el cine cubano, si a caso una o dos, bien ubicadas en los diálogos; y que lo mismo, a nivel de imágenes, el director no puede prescindir de mostrarnos los senos de Broselianda, sin razón aparente, pero que se agradece. Un homenaje al inglés que más se ha cubanizado en una fotografía excelente: Lennon. Una muy buena banda sonora, interpretada por la Camerata Romeu, y una buena canción de William Vivanco para el cierre. Por último, descubrir con satisfacción en los créditos, que una obra de mi ecobio, el artista plástico Yovani Bauta, sirve para ambientar la escenografía.

Por supuesto, recomiendo que vean "La Anunciación". Lo escrito es mi opinión personal, que para nada debe establecer preconceptos. A lo mejor una mayoría no coincide conmigo y viene alguien y dice otra cosa. Eso es lo bueno del arte, las lecturas pueden ser disímiles dentro de un contexto inmediato. Es el tiempo quien nos hace saber con certeza, si perdura o no lo hecho