por Denis Fortun
Las letras cubanas en general -salvo algunas excepciones, y desde luego inéditas al no subordinarse a la regla- después de 1959 y hasta nuestros días se han dedicado, ya sea en prosa, versos o ensayos, a practicar el terrible vicio de enaltecer los logros de la Revolución. La grandeza de la obra es agua de obligatorio beber para aquellos que, además, intentan la trascendencia literaria dentro de la Isla; lo que por consecuencia, hace que lo que se publique bajo los sellos editoriales de la oficialidad sean textos manipulados, ajenos, o en todo caso bien esquivos en cuanto a lo más neurálgico de lo cotidiano; todos con ese viso epopéyico que tanto disfrutan en apariencia los intelectuales criollos, y que sin dudas aborrecen en su fuero interno, pero que nada tiene que ver con lo “real terrible” que acontece a diario.
Sin embargo, lo mismo existen escritores, sobre todo después de los noventa, que por una u otra razón no siguieron la onda cultural dictada por el régimen, y en su mayoría han hecho una radiografía detallada de lo que se vive a diario, a veces, incluso sin pretender una denuncia. Tan sólo con la intención de ser honesto, recrean un entorno que es subversivo y miserable por si sólo, por lo que no se detienen a pensar que por asumir esa suerte de independencia dentro de un redil presto siempre a la apología, sus trabajos han de leerse en círculos reducidos, de confianza, y terminaran finalmente sus papeles de gaceta mala dentro de un cajón, cubiertos por un grueso file, y que el tiempo los irá poniendo sepia al estar condenados al ostracismo; textos muy lejos de esa épica triunfalista, la que en los primeros años se vendía al mundo como paradisíaca, donde hoy se hace harto difícil el canto y el elogio desmesurado si se es consecuente con uno y para nada una marioneta desvergonzada. Este es el caso de “Pan con tomates verdes”, cuaderno de Pedro Merino, que luego de leerlo, no dudé en aceptar la invitación que me hiciese Rodolfo Martínez Sotomayor para que lo presentara.
Las historias de Merino se enmarcan, a mi juicio, dentro de la década de mayor grisura de la vida republicana: la de los noventa, nombrada por la gobernatura criolla, en uso de uno de los tantos eufemismos que les están conferidos, como Periodo Especial, y que el autor define como “el fidelato”, en claro paralelo con el gobierno de Gerardo Machado, que según la historia, fue uno de los "peores" que hayamos padecido.
Tal vez algunos posibles lectores piensen que se ha dicho demasiado de la miseria nuestra, y en todo los sentidos que puede abarcar ésta, en los últimos veinte años; y los haya quienes ya se sienten saturados del tema y hasta lo consideren reiterativo. Si bien es cierto que tal afirmación no carece de lógica y puede que sea cierta, bueno es aclarar que contamos con obras dentro de ese contexto que sobresalen por la crudeza con que han sido narradas, por lo que se desmarcan del resto y asimismo se convierten en obligada lectura o cita. Y ese es el caso del libro que nos ocupa. Pedro Merino nos muestra la cara de una Habana sórdida, sucia, habitada por gentes sin escrúpulos, marginales por obligatoriedad que únicamente pretenden sobrevivir las próximas veinte y cuatro horas, cercados por un medio que se hace hostil a medida que pasan las semanas, en el que su obsesión se reduce al intento de escapar. Un hueco negro enorme, una terrible fuerza que empuja a todos para abajo, y sin esperanza de que un día se consiga tocar fondo para al menos, de esa manera, revertir el proceso. Una jungla sin regla aparente como no sea la de que todo vale.
Cuentos del Servicio Militar; la venta ilícita de lo que pueda ser vendido; salidas ilegales; contagio a enfermedades incurables; la carencia de afectos y de cualquier otra cosa material imprescindible para subsistir; o lo que podría considerarse testimonio: la permanencia por más de un año en la Base Naval de Guantánamo, son varios de los temas que conforman “Pan con tomates…. Un entorno irrespirable, a tal punto, que cuando uno termina de leerlo llega a sufrir el ahogo, la frustración más lacerante que viven sus personajes.
Escrito de manera un tanto irreverente; ajeno en ocasiones a las formas o tecnicismo narrativos clásicos -y no por desconocimiento o postura naif-, que apruebo porque van en pos de no limitar el empeño de la fuerza que desborda el contenido -lo que para unos resulta un acto imperdonable- “Pan con Tomates…” se nos hace un libro de rápida lectura, que al final nos deja con esa sensación que una vez descubrí al terminar de leer 1984, de Orwell: desamparo.
La catarsis y la referencia aquí se usa bien. El resultado: nos encontramos con historias de la que ciertamente podemos ser cómplices, ya sea porque la hemos soportado en carne propia, o por saberlas cercanas. Y que igual son crónicas de un tiempo del que muchos tratan de olvidarse por lo terrible, el que lamentablemente aún no se supera, y que gracias a autores como Pedro Merino, y con la única intención de hacer literatura, quedará constancia de que suceden, y lo peor, con la complicidad de muchos.
Luego entonces, hago ahora una recomendación que no admite negativas, al menos en este lugar en que estamos: sea comprado el libro, y léase. Pedro y sus personajes lo agradecen…
Texto que leí en la presentación de Pan con tomates verdes, de Pedro Merino.
Sábado 21 de agosto, en Delio Photo Studio.
Foto que tomo del blog Cuba Inglesa, de Armando Añel