Eduardo Mesa tuvo la paciencia, la gentileza, de contestarme un cuestionario difícil. Sus respuestas, las valoro enormemente por la transparencia con que fueron dichas. Gracias Eduardo.
Denis Fortún. ¿Cómo es que un cubano nacido luego de 1959 muestra tanto apego al catolicismo en medio de un contexto extremadamente ateo (¿en apariencia?), donde profesar cualquier tipo de religión en una época reciente fue una suerte de “pecado capital” que mancillaba el ideario revolucionario?
Eduardo Mesa. Quizás por ese mismo contexto ateo que me resultaba asfixiante, la vida se planteaba como un absurdo en el que no tenían ningún sentido la rebeldía, ni los sueños. Este sinsentido se reforzaba con la realidad de una sociedad gris donde no había cabida para aspiraciones de ninguna clase. Como a muchos cubanos de mi generación la conexión con la fe y con la historia no oficial llegó por los abuelos. Mi abuela nunca dejó de rezar en la casa e iba a misa, mi abuelo era masón, de la Logia Unión Ibérica y mi primer recuerdo de visitar una Iglesia está asociado a él, que me llevaba a la Logia y después visitaba la Iglesia de Reina para rezar ante el Sagrario. Yo no entendía el significado de su gesto porque mi abuelo era un hombre con una historia y un carácter contrarios a estar de rodillas, pero los gestos de los mayores dejan huella en los niños. Yo me convierto al catolicismo en la adolescencia y tomo mi primera comunión a los dieciséis. La Iglesia Católica es el lugar donde encontré a Jesús y lo encontré gracias a una comunidad que trataba de vivir de un modo diferente al establecido, ese encuentro le dio sentido a mi vida.
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